Es de lo más común apuntarse a una actividad física o al gimnasio para entrenar, ponerse en forma o mejorar nuestro estado de salud. Probablemente a nadie le extrañe escuchar que ya está apuntado y que disfruta de los beneficios que aporta la actividad física: aumento de las hormonas encargadas de la felicidad (endorfinas son neuro-péptidos (pequeñas cadenas proteicas) capaces de reducir la sensación de dolor y generan sensación de bienestar), regulación de glucosa en sangre (muy beneficioso para personas diabéticas), regulación del peso corporal, beneficios cardiovasculares, aumento de la fuerza y la flexibilidad, y un largo etc.
Y es que entrenar el cuerpo es fundamental para gozar de una salud física y a su vez hay una repercusión directa en el autoestima.
Tampoco es de extrañar trabajar la memoria, la mente, ejercicios cerebrales, ejercicios de memoria…
En estos últimos tiempos han habido grandes avances en Neurociencia y las investigaciones nos proponen cambiar de hábitos para generar conexiones nuevas a nivel neuronal, activar áreas del cerebro que hasta ahora no desarrollábamos tanto. Los ejercicios de memoria, destrezas y habilidades mentales son clave para ralentizar el deterioro neuronal ocasionado por el paso de los años, incluso en enfermedades como el alzehimer.
Pero, ¿qué ocurre con el ENTRENAMIENTO EMOCIONAL?, ¿creemos qué es importante entrenar las emociones?, yo me conformo incluso con aprender a distinguir qué emoción es la que siento en cada momento.
Entrenar en el gimnasio es de lo más aceptado en la sociedad actual, quizás si decimos que estamos haciendo sudokus (ejercicios para la mente), tampoco suene especialmente raro, «estoy entrenando la mente» sería una expresión un poco más «rarita» entre unos cuantos. Pero decir: «ESTOY ENTRENANDO LAS EMOCIONES»…
Pues sí, son parte fundamental del bienestar general del ser humano. De hecho, esa mente lógica y racional y la emoción tal y como la vivimos posiblemente sean los aspectos que más nos diferencie del resto de mamíferos.
Entre las preguntas más frecuentes destaco las siguientes: ¿Y si controlamos las emociones, dejo de ser espontáneo/a?, ¿entonces, debo sentir indiferencia, nada debe afectarme?, ¿seré siempre feliz?, ¿se convierte eso en «pasotismo»?.
Pues bien, me gustaría aclarar que vivimos en el mundo terrenal, sensorial y físico. Quizás ese hecho nos haya separado del desarrollo del hemisferio derecho del cerebro (encargado de las emociones especialmente, de la creatividad, de la intuición), ese hemisferio rige el lado izquierdo del cuerpo físico, ¿será casualidad que un 90% aproximadamente seamos diestros y que la sociedad premie más a las personas lógicas, analíticas que a las personas artistas, creativas, emocionales…?
Afortunadamente, todo se va equilibrando, pero imagina que decides o ya has decidido ser artista, ¿qué nos dirían en nuestro círculo más cercano? Esa profesión no es segura, busca un trabajo serio, oposita… Esos serían comentarios comunes, como he mencionado antes, cada vez somos más los que trabajamos por el equilibrio entre el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro. Y es que la intuición es tan importante como la lógica.
Controlar las emociones consiste en identificar ¿qué estoy sintiendo?, si es una emoción derivada del AMOR (felicidad, alegría, júbilo…), tendrá un efecto de expansión en mi cuerpo físico, me siento bien, con ligereza. Por el contrario en una emoción derivada del MIEDO (tristeza, ira, rabia…), mi cuerpo tensará su musculatura creando pesadez. Sea de AMOR o de MIEDO, sea cual sea la emoción; ¡pasará!, esa es la gestión emocional, comprender que cualquiera de las emociones como cualquier cosa en este Universo es transitoria, desde esta aceptación debemos experimentar la emoción pero no dejarnos controlar por ella. Me gusta poner el ejemplo de la ducha: Cuando viene una emoción intensa, dejo que caiga sobre mi, como el agua en la ducha, noto cómo moja mi cuerpo físico y cómo incluso cala en lo más profundo de mi ser, pero no me ahogo en la emoción, porque sé que ésta también pasará. Controlar una emoción derivada del miedo repercute muy positivamente sobre mi estado físico y mental. Al igual que controlar un hábito nocivo físico (fumar por ejemplo, no hacer nada de ejercicio físico), tendrá una repercusión directa en mi emoción y mi mente, y una mente poco entrenada será poco beneficiosa para mi cuerpo físico y mi emoción.
El SER es indivisible en estos tres aspectos y como tal, debemos abordar los entrenamientos y la experiencia de la vida. Entre los beneficios más destacados del control emocional (no entender ese control como un no dejar sentir o experimentar), es la compasión hacia otros seres y empatizar. Por lo tanto no es separarnos de las emociones sino compartir y ser más tolerantes.
Encontraremos el equilibrio cuando lleguen a un acuerdo nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo. Cuando tengamos las herramientas suficientes para consensuar entre «LO QUE PIENSO, SIENTO Y HAGO», acto que nos acercará a la paz interior.
Disciplinas como Tai-Chi, Yoga, Chi Kun, engloban un entrenamiento HOLÍSTICO, donde se tienen en cuenta los estados físico, mental y emocional. Mueve el cuerpo, entrena la mente e identifica las emociones para llevar una vida equilibrada y saludable.
Namaste
Gema Núñez
Gayatri
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Gracias Ruth por compartir tu enfoque. Un abrazo de colores.
Gracias a ti Marta, aprendo enormemente gracias a vosotras/os. te amo.
Gracias Gema por compartir tu sabiduría!
Estoy totalmente de acuerdo, entrenamiento físico sin entrenamiento mental y espiritual no es completo, por eso en mi caso, el yoga es lo único que ha conseguido perdurar en el tiempo como entrenamiento completo.
Namaste
Una bonita experiencia de unirse al moviemto con ser que vive,y no solo moverse por moverse…, ,con esete enfoque e intencion.Te sorprendera .